Es una herramienta, un arma, por llamarla de alguna manera, contra el exceso de información que nos permite elegirla y contrastarla, que nos ayuda a entenderla y a seleccionar lo que realmente queremos encontrar. Y lo mejor de todo, es que cualquiera puede esgrimir esta herramienta.
Como ya he mencionado antes, ahora somos nosotros los que publicamos y difundimos la información, los que podemos ayudar con nuestra aportación a mejorar y desarrollar la tecnología, pero creo que no sabemos, mejor dicho, que no nos han enseñado a utilizarla como es debido. ¿Por qué? Porque realmente no interesa, porque el libre acceso es una falta de control y eso, según algunos intentan inculcarnos, trae el caos.
Las personas que gobiernan este mundo (genéricamente hablando) opinan que, ese libre acceso lo que hace es dañar los delicados entresijos de la maraña económica, provocando crisis y paro. De siempre se nos ha dicho que saber demasiado es malo o innecesario, que debemos conocer lo justo y necesario, porque el conocimiento provoca dudas; por lo que siempre quieres saber más, lo que implicaría que deseases conocer algo que a esos “líderes” no les interesa que conozcas en absoluto, a la vez que se van lucrando con tu ignorancia.
¿Cómo lograr esto? Fácil: atiborrando nuestras mentes de algo que yo llamo ideas gaseosas, conceptos que carecen por completo de sustancia, que solo sirven para inflar nuestra mente, pero que sólo nos aportan aire, a la vez que sirven como una estupenda cortina de humo que evita que puedas ver más allá de lo que ellos quieren. Existen continuos ejemplos de esto en esa gran variedad de programación que oferta nuestra televisión o “caja de hacer tontos” como son los reality shows, programas de cotilleos varios, platós donde cada uno cuenta sus propias desgracias, informativos donde la mitad de su duración tratan de futbol, futbol y más futbol; o comedias carentes de crítica, que recurren al chiste fácil y que no aportan nada salvo risas enlatadas. Con esto lo que consiguen es que encumbremos a personas que lo único que han hecho de verdadero peso y valor en su vida es el dar el gatillazo al acostarse con algún famosillo, darle patadas a un balón o una combinación de ambos, en vez de a los artistas, escritores, directores, etc. que han llevado a cabo un gran variedad de cosas más importantes para el mundo que cualquiera de esos chupópteros.
Podemos encontrar esta situación en la calle al realizar una pregunta del tipo: ¿sabes qué es lo que ha hecho fulanita que dicen que se ha acostado con perenganito? o ¿Has oído lo que dicen, que el club a) va a fichar a menganito, precisamente esposo de fulanita y que no sabe que es un cornudo?. Cualquier persona, concretamente, cualquier español medio sería capaz de contestarte a estas preguntas sin apenas despeinarse. Sin embargo, no tiene ni pajolera idea de quiénes forman el gabinete gubernamental, quién fue el último premio nobel de literatura o cuando se descubrió América, por poner sólo un par de ejemplos (y esto último sí que es verdaderamente grave).
Hay que reconocer que no ha sido solo la televisión la que ha propiciado esta situación. También lo ha hecho la penosísima educación que hoy en día recibimos, en la que prima, no el auténtico esfuerzo, si no el que mejor se lo monte a la hora de los exámenes, o donde vale más el uso de la memoria que el puro raciocinio. Relacionado con todo esto, hace algún tiempo vi una entrevista entre Eduardo Punset y un monje budista del cual no recuerdo el nombre en este momento. En dicha entrevista, el monje explicaba que el conocimiento, y, por ende, la información deben ser concebidos como herramientas con las que nosotros podemos construir, destruir o no hacer nada en absoluto (el monje lo ejemplificó con un martillo), pero que no se buscaba qué usos podemos darle para alcanzar con ella la felicidad o un objetivo, más allá de conseguir un empleo para “ser útil a la sociedad y así poder mejorarla”: nos dan el martillo pero no nos dicen realmente cómo usarlo. En mi opinión es algo triste, pues cultivamos archivadores, no seres pensantes ni que sienten el auténtico mundo que les rodea, solo pendientes de aquello a lo que se les indica.
Un último factor que quiero señalar también como parte causante de esta penosa situación, son las redes sociales: auténticas armas de doble filo. Permiten estar siempre en contacto y al tanto de las últimas noticias y de lo último que ocurre en el mundo, de expresar lo que quieras (con más o menos argumentos, de más o menos peso) pero irónicamente, te desconecta de la realidad. ¿Cuántos niños y jóvenes hay enganchados a dichas redes (tuenti, twitter, facebook, fotolog, etc.)? ¿Está la cosa llegando a un punto en el que se considera más real lo en esencia son unos y ceros que circulan a través de ondas? A riesgo de quedar como un pesimista, me temo que sí. Citando una famosa frase “un gran poder conlleva a una gran responsabilidad”.
Lo relatado hasta ahora es lo que pasa cuando se nos concede un gran poder y no se nos educa para ejercerlo de forma verdaderamente responsable. ¿Por qué? Como ya he dicho antes, porque no interesa.
¿Y por qué no interesa? Porque eso provocaría un cuestionamiento del equilibrio y del orden establecido que afectaría a aquellos pocos que vienen lucrándose con todo esto: es solo una cuestión de negocios.
Ilustremos este apartado con un caso reciente y que afecta a lo que se denomina “propiedad intelectual” y que tiene que ver con la SGAE. Nuestra querida Sociedad General de Autores y Editores englobó a este último grupo allá por los primeros años de los 90 y gracias a su inmenso poder han logrado encarecer todo producto de almacenamiento y recogida de datos con su famoso “canon digital”. Incluso si miramos la legislación española actual podemos encontrarnos con que es más delictivo entregarle a tu vecino una peli grabada que a un niño una jeringuilla con SIDA, porque, según ellos, vulnera los derechos de autor. Una cosa que no me termina de entrar en la cabeza es la idea de que, cuando yo me descargo, no sé, por ejemplo el último disco de Mago de Oz, esté vulnerando los derechos de autor, cuando lo que hago es descargarme su música, no la vendo con la cantinela de que es mía. Así con cualquier cosa como son los libros, archivos, programas, fotos, etc., elementos que son considerados como de interés cultural y de los que nos interesa su difusión; eso sí, haciéndolo según los intereses de aquellos que lo sacan al mercado, pues los verdaderos autores apenas ven el uno o dos por ciento del beneficio que otorga su obra y, de hecho, en el caso de los cantantes, les beneficiaría más ir de gira que la venta de sus discos. La razón por la cual algunos grupos apoyan a esta corporación es que es mucho más cómodo el quedarte en tu casa recibiendo cheques, que intentar sacar algo nuevo. Pretenden vivir solo de un golpe de inspiración a costa nuestra y eso no es justo.
Volviendo con la corporación SGAE, otro de sus logros es el pacto que han conseguido hacer con uno de los departamentos de este gobierno controlador como es el Ministerio de Cultura, en el cual su líder Sinde (guionista de esa pedazo de película digna de 20 Oscars llamada “Mentiras y gordas” que “refleja la sociedad y juventud actuales”), supuestamente encargada de que la cultura española se conozca en el quinto pino y más allá, insiste constantemente en el cierre de páginas web porque atentan a esos mencionados derechos de propiedad o, mejor dicho, derechos LUCRATIVOS en propiedad de las EDITORIALES y no de los verdaderos autores, llegando al caso de querer constituirse comités que tengan ese poder, aun cuando es necesario una orden judicial para ello; es decir, quieren saltarse a la torera el artículo 20.5 de nuestra propia Constitución, según el cual la decisión de bloquear una página web deber ser tomada por un juez ya que dicho bloqueo en sí mismo supone, potencialmente, una grave afectación a la libertad de expresión y de información. Menos mal que aún hay separación de poderes, por mucho que le fastidie a más de uno.
Toda esta situación, toda esta interacción con la información y el ya no depender de ciertos organismos difusores, le está causando a las empresas muchos quebraderos de cabeza y de bolsillo, pero siguen erre que erre con lo suyo, incapaces de aportar nuevas soluciones. Los chinos escriben con los mismos caracteres las palabras crisis y oportunidad, pues el primer término indica que algo no marcha bien, que está obsoleto y por eso se ha estropeado, por lo que ahora tenemos la ocasión de reconstruirlo acondicionándolo al mundo actual. Pero muchos no nos damos cuenta de ello, si no que preferimos emborracharnos con esa idea ilusoria y utópica del pleno control, sin la cual, el ser humano alcanzaría todo su potencial, pero que le costaría a más de uno algunos euros. Lo que tampoco parecemos darnos cuenta es que, cuanto más se aprieta la pastilla de jabón, más probabilidades hay que se escape y nos dé en la cara; pero no, prefieren quedarse en sus torres de marfil intentando vanamente controlar aquello que es tan incontrolable como es la curiosidad y el deseo por saber del ser humano. Y eso, tarde o temprano, les pasará un factura que muchos no serán capaces de pagar. ¿Lo mejor de todo? Que la ceguera que ellos mismos han creado será, seguramente, la que les impida verlo venir y entonces se darán cuenta de lo muy equivocados que estaban.